domingo, 31 de octubre de 2010

¿Cómo vivir hasta los 100 años?


Por Jane E. Brody, The New York Times News Service, 22-10-10.

La genética puede influir, pero el estilo de vida al parecer es el factor más predominante.

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Esther Tuttle se está acercando al final de la décima década de una vida notablemente productiva y aventurera. Si todo sigue saliendo tan bien como ha salido hasta la fecha, el 1 de julio ella se unirá al clan de crecimiento acelerado de los centenarios, cuyos números en Estados Unidos han subido de 38,300 en 1990 a 96,548, en 2009, con base en información de la Oficina del Censo de Estados Unidos.

A los 92 años de edad, Tuttle (mejor conocida como Faity, su apodo de infancia) escribió sus memorias con el profético título "Nada de mecedora para mí" (editorial iUniverse) que revela una aguda memoria de sucesos, nombres, fechas y lugares que ella aún recuerda a medida que se acerca a los 100 años.

Con 30 años menos que ella, yo no podía empezar a recordar el tipo de detalles que siguen frescos en su mente, aún muy activa. Solamente puedo esperar, si yo viviera tanto tiempo, mantenerme tan vibrante y físicamente saludable como ella.

Le pregunté cuál era el secreto de su longevidad. ¿Es la genética? Quizá, pero es difícil saberlo. Sus padres murieron a los 42 y 50 años, dejándola en la orfandad a los 11 años, junto con tres hermanos, uno de los cuales vivió hasta los 96 años.

Los genes efectivamente son un factor a considerar en la longevidad. El doctor Nir Barzilai, genetista de la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York, informa que los centenarios tienen probabilidades 20 veces mayores que la persona promedio de haber tenido a un pariente longevo.

Sin embargo, un estudio sueco de gemelos idénticos, separados en el nacimiento y criados por separado, concluyó que solo de 20 a 30 por ciento de la longevidad, aproximadamente, es determinada por la genética.

Todo parece indicar que el estilo de vida es el factor más predominante.

Como dijo Tuttle en un tono de voz alto y claro que no revela su avanzada edad: "Me han bendecido y he trabajado en ello. Hay que trabajar, estar alegre y buscar algo divertido que hacer. Es toda una actitud.

"Si usted respeta lo que le dicen los médicos, puede vivir una larga vida, pero tiene que hacerlo. No puede pasar por alto el consejo".

Sus memorias y respuestas a mis indagaciones revelaron tres atributos cruciales que pudieran ser catalogados como la versión de las tres erres sobre longevidad (en inglés: resolution, resourcefulness y resilience): resolución, recursos imaginativos y tanto rápida recuperación como adaptabilidad. A lo largo de su larga vida, ella ha tomado con calma la penuria, pasando con despreocupación sobre obstáculos y convirtiendo muchos de ellos en bloques de construcción. Además, se ha ceñido a un régimen de una dieta cuidadosa, trabajo duro, ejercicio con regularidad y una lista muy larga de servicio comunitario, todo al mismo tiempo que criaba a tres hijos.

Al igual que muchos si no es que la mayoría de los otros centenarios, con base en los hallazgos del Estudio de Nueva Inglaterra sobre Centenarios en la Universidad de Boston, Tuttle es una mujer extrovertida que tiene muchos amigos, una saludable dosis de autoestima y fuertes lazos con la familia y la comunidad. Sigue gozando del teatro y la ópera, sus pasiones de juventud.

Un estudio de centenarios en Cerdeña encontró que ellos tienden a mantenerse activos físicamente, suelen tener extensas redes sociales y mantienen fuertes laxos con la familia y amigos. De manera similar, en comparación con el sexagenario promedio, es menos probable que se depriman.

¿Viven más tiempo los optimistas que los pesimistas? Sí, indican estudios. La doctora Hilary A. Tindle del Centro Médico de la Universidad de Pittsburg, encontró que entre 97,000 mujeres a las que siguió durante ocho años, quienes se consideraban optimistas tenían probabilidades considerablemente menores de morir de males cardiacos y todas las causas que las mujeres pesimistas, a quienes describió como "cínicamente hostiles".

Además, los optimistas tenían menores probabilidades de padecer de hipertensión arterial, diabetes o colesterol elevado, lo cual deja entrever que cuidan mejor de su salud. De hecho, los pesimistas tenían probabilidades mayores de estar excedidos de peso, fumar cigarrillos y evitar el ejercicio, lo cual indica, dice Tindle, que los pensadores negativos toman decisiones más pobres sobre el estilo de vida que los pensadores positivos.

Ejemplo viviente.

Tuttle podría servir como modelo de los hallazgos de ese estudio. Cada mañana, practica una hora de yoga y otros ejercicios de piso, después se viste y sale a la calle o a la azotea de su edificio de departamentos en Manhattan durante media hora antes del desayuno. Su desayuno acostumbrado: zumo de naranja, avena, un plátano y café negro. Después, trabaja en su escritorio, mayormente en la correspondencia con sus 11 nietos, 21 bisnietos y un chozno, actualmente de 3 años de edad.

"Son muchos cumpleaños: uno o dos al mes", dijo.

Quizá almuerce sopa o carne que sobró, una rebanada "delgadísima" de pan tostado de centeno, con té y mermelada o fruta para el postre. La tarde incluye una siesta de una hora y otra caminata, a menudo combinada con una salida a la tienda de abarrotes.

A las 6:30 pm de cada día, ella goza de un cóctel antes de una cena hecha en casa de, quizá, cordero, chuletas, pollo asado o un "excelente estofado" que ella misma prepara. Tuttle, cuyo marido, Ben, murió en 1988, vive con una querida amiga, Allene Hatch, de 84 años de edad, artista y escritora conocida cariñosamente como "Squeaky", con la cual comparte K.P.

"Yo cocino la mayoría de las veces", dijo Tuttle, "y Squeaky limpia después".

Las noches que se queda en casa la pasa leyendo o viendo "una buena película" por televisión, dijo.

Hace poco, Tuttle renunció a una de sus pasiones de toda la vida, montar a caballo, pero sigue conduciendo, aunque no en caminos públicos, solamente en una granja de 125 hectáreas en el norte de Nueva York que la familia Tuttle tuvo la visión de adquirir cuando la tierra era barata. Sus hijos construyeron casas en la propiedad y actualmente viven en el retiro, dándole a Tuttle la compañía y el amor cercano durante todo el verano, en tanto la primavera y los fines de semana del otoño los pasa en la granja.

Los beneficios de manejar las dificultades.

Con la buena que es su salud (nada de hipertensión arterial, colesterol alto o diabetes), no es perfecta. Se describe como "una mujer biónica de la cintura hacia arriba", con un pecho artificial que reemplazó al canceroso que tenía hace 20 años, un marcapasos instalado aproximadamente 10 años atrás, una ayuda auditiva y lentes de contacto.

Si bien ha desdeñado los lácteos durante la mayor parte de su vida (sigue atendiendo el consejo de un predecesor del doctor Robert Atkins, quien le dijo que evitara los lácteos y siguiera una dieta baja en carbohidratos y rica en carnes y grasas), apenas fue en fecha reciente que le diagnosticaron osteoporosis, para la cual ahora toma una pastilla mensual con suplementos diarios de calcio y vitaminas C y D.

Tampoco es que haya gozado de un nivel de vida acaudalado. Si bien nació en una familia realizada, en buena posición económica, la muerte temprana de sus padres (los niños fueron recibidos por una tía con medios limitados) y su decisión de ir en pos de una carrera en la actuación, la llevaron a una existencia miserable que persistió hasta los primeros años de su matrimonio y vida en una granja con tres hijos pequeños, sin electricidad y con plomería improvisada en su casa.

Con base en información de un estudio, los sobrevivientes de sucesos traumáticos en su vida aprenden a manejar de mejor forma la tensión nerviosa y la pobreza, al tiempo que tienen mayores probabilidades de vivir hasta los 100 años.

En lugar de un trauma, existen muchas medidas que se pueden aplicar para facilitar una vida larga, plena y productiva. ¿Para qué vivir hasta los 100 si esos últimos años serán opacados por la miseria física y emocional?

sábado, 16 de octubre de 2010

Los mitos de la actividad física y el deporte: algunas creencias populares pueden perjudicar la salud.


Es común escuchar la frase "hacer ejercicio hace bien". Sin embargo, en torno a ella existen muchas creencias populares que en lugar de significar beneficios, podrían ser perjudiciales para la salud.

Víctor Donoso, subdirector de la Escuela de Deporte del Instituto Profesional AIEP, se refiere a algunas de ellas y se encarga de desmitificarlas. Aquí van.

1.- Cualquier actividad física o deporte es sinónimo de salud.

Actividad física y deporte, no son lo mismo. El deporte puede representar un riesgo para personas no preparadas, sin historia deportiva, fumadores, obesos o hipertensos, ya que implica competencia, estrés y mucho esfuerzo.

En tanto, la actividad física se relaciona directamente con la vida sana y la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda practicarla durante 30 minutos diarios todos los días. Aquí se incluyen prácticas sencillas y fáciles de incorporar a la vida cotidiana como caminar, bailar o andar en bicicleta. No usar el auto y los ascensores permiten eliminar cuatro kilos y medio de grasa corporal en un año y haciendo las tareas domésticas sin la ayuda de tecnología (barrer con escoba y lavar la loza a mano) podemos perder entre uno y dos kilos anuales.

2.- Es suficiente practicar deporte una vez por semana para estar bien.

Quien practica deporte una vez por semana se expone a todos los riesgos asociados y no obtiene ningún beneficio. Esta frecuencia no tiene impacto sobre variables biológicas como la tensión arterial, el funcionamiento cardíaco o el metabolismo, pero sí en el aumento de las lesiones. Se recomienda practicar deporte entre 3 y 5 veces a la semana, y por lo menos una hora diaria.

3.- El dolor es señal de que la actividad física es efectiva.

No tiene fundamento científico. El dolor físico posterior a la práctica sólo demuestra una cosa: que la actividad no se hizo bien: El ejercicio bien realizado incluye un calentamiento previo, un esfuerzo progresivo y no ir más allá de la capacidad de cada uno. Las molestias pueden ser aceptables, pero la aparición de dolor siempre anuncia que el trabajo es excesivo.

4.- Transpirar abundantemente es bueno para perder peso.

Por el contrario, de este modo se ralentiza la pérdida de grasa y se aumenta la exposición a una hipertermia que puede provocar deshidratación y alteraciones cardiovasculares, metabólicas y endocrinas. También aumenta el riesgo de padecer calambres, por la pérdida provocada de sodio y potasio, y acelera la sensación de fatiga, por lo que la actividad física termina antes.

5.- Hay que hidratarse antes o después de la actividad física, pero nunca durante.

En realidad durante la actividad se pierde agua de las células, razón por la cual se recomienda hidratarse antes y durante la actividad. De lo contrario se corre riesgo de deshidratación y de hipertermia.

6.- Antes del ejercicio, consumir azúcar aumenta el rendimiento.

Esto puede ser cierto en un deportista de alto rendimiento, pero en una persona común no tiene sentido. En el deportista de alto rendimiento el consumo de azúcar antes de la actividad -en cantidades mínimas y rigurosamente calculadas- previene la fatiga prematura. En la persona que va a correr a la plaza es totalmente poco recomendable, porque precisamente la idea es reducir el consumo de azúcar para prevenir la diabetes y la obesidad.

7.- Es mejor hidratarse con bebidas especiales.

Nuevamente, esto puede ser cierto para deportistas de alto rendimiento, pero no para el común de las personas. Las bebidas especiales acortan los tiempos de recuperación y eso puede ser importante para el atleta que termina una competencia y pronto debe afrontar otra, pero la persona que sale a correr por la calle o va al gimnasio basta que se hidrate con agua potable.